XIV Congreso Católicos y Vida Pública

XIV Congreso Católicos y Vida Pública
XIV Congreso Católicos y Vida Pública. Madrid 16, 17 y 18 de noviembre de 2012

martes, 23 de marzo de 2010

El comienzo de la Pasión: la Oración en el Huerto

Cuando hablamos del sufrimiento de nuestro Señor Jesucristo, para culminar su misión divina en la Tierra, nuestro pensamiento acude automáticamente hasta el momento de su prendimiento, su tortura y su crucifixión. Pero no podemos olvidar que este sufrimiento empezó mucho antes.

Tras la Última Cena, ya bien entrada la noche, cuando todo el mundo se había retirado a dormir, El, acompañado únicamente de tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan salieron del local donde celebraban la Pascua.

Cuando llegaron a un lugar llamado Getsemaní, o Huerto de los Olivos, les dijo Jesús a los suyos:

“Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo (Mt. 26 38)”

Es aquí cuando realmente comienza la Pasión. Jesús, consciente de su destino final, sufre enormemente por su porvenir. Pero también es consciente de su misión, y de la finalidad de la misma, que no es otra que la de salvarnos a todos los hombres. Nos cuentan los Evangelios que arrodillándose, puso la cara en la tierra, en esa misma tierra donde pronto yacería su cuerpo sin vida. Y orando al Padre, a su Padre, le pidió que lo librase.

“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres (Mt. 26 39)”

Esta oración nos desvela el estado en el que se encontraba nuestro Salvador: no hay que olvidar ni dejar de lado, que Cristo es el Hijo de Dios hecho hombre, y como tal, sus facultades humanas estaban presentes en todos los aspectos de su vida. Su estado de ánimo no era bueno. Sabiendo que iba a morir pronto, el Señor estaba desesperado. Y encima, sus discípulos, sus mejores amigos, sus compañeros, a los que había encargado la misión doble de vigilar y de orar, se habían quedado dormidos.

Por tres veces nuestro Señor oró pidiéndole al Padre que le apartase su sufrimiento, al igual que por tres veces acudió a ver a sus discípulos, y los halló durmiendo. Hasta que el Padre, compadecido, envió su Ángel al Señor, que lo confortaba y lo consolaba en su soledad. Pues en ese momento, sabiendo que iba a morir y con sus discípulos durmiendo cuando debían estar orando con el... Jesucristo se sentía más solo que nunca.

Después de orar, se levantó, fue a sus discípulos y les dijo estas palabras:

“¡Dormid ya y descansad! Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores (Mt. 26 45)”

La primera frase delata un tono de ironía, tal vez de enfado, por el incumplimiento de los discípulos de la tarea que le había sido encargada. La segunda resultó ser profética, pues en cuanto acabó de pronunciarla aparecieron los hombres del Sumo Sacerdote Caifás, acompañados de Judas, el traidor. Se organizó una pequeña trifulca, en la que uno de los hombres que venían a apresar a Cristo resultó herido en la oreja, y posteriormente sanado por Jesús. Es ahora cuando Jesús utiliza la siguiente frase:

“Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que a hierro matan, a hierro mueren (Mt. 26 52)”

Tras esto, se vivirán los momentos de mayor angustia y soledad de Cristo: el juicio en la casa de Caifás, los primeros golpes y humillaciones, y sobre todo, lo que mas angustió a Jesús, fue la negación de su amigo, Pedro.

La hora de nuestro Señor se acercaba.

Francisco J. Gutiérrez Tobaruela

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